domingo, 24 de julio de 2011

La Lectura ¿Un hábito?

La lectura ¿Un hábito?


Ysabel Rosales Chicnes - Especialista del Ministerio de Educación
La escuela es, como decía Encinas: "..un cuerpo colegiado donde estudiantes y maestros colaboran en una perfecta comunión de ideas y de propósitos"


Autor: Manuel Valdivia Rodríguez

Con frecuencia nos encontramos con frases como estas: “Nuestros jóvenes no tienen el hábito de la lectura”, “La escuela debe formar el hábito de lectura” y otras parecidas. Estas afirmaciones aparecen reiteradamente en los medios de comunicación, dichas o escritas por personas que opinan sobre un asunto crucial en nuestros días. Pero la lectura está muy lejos de ser un hábito. Los hábitos son prácticas que se ejecutan con poco o ningún control de la conciencia, mecánicamente (El cepillado de los dientes puede ser un buen ejemplo de práctica habitual). La lectura, por el contrario, es un proceso cognitivo que pone en marcha funciones y operaciones mentales del mayor nivel, cuya eficiencia depende en alto grado del estado de alerta en que se pone el individuo cuando lee.
 La escuela no puede, pues,  formar “el hábito” de la lectura.  Respecto de la lectura, a la escuela le competen tareas distintas. Una de ellas, la primera, es enseñar a leer (y empleo el término ‘enseñar’ con absoluta conciencia). Los estudiantes no aprenden a leer y a escribir naturalmente, como aprendieron a hablar: requieren de enseñanza. Se puede aprender a nadar viendo nadar a otros y haciendo lo mismo; pero no se aprende a leer viendo cómo leen los demás. Toca a los profesores organizar sistemáticamente actividades de aprendizaje para que los alumnos hagan suyas las múltiples estrategias implicadas en la lectura. Los estudiantes aprenden estas estrategias leyendo con sus profesores, para comprobar, en acciones reales, cómo se dan los pasos. Cada escalón de la lectura requiere, necesariamente, del trabajo docente. Así es a lo largo de toda la escolaridad.
En realidad, el aprendizaje de la lectura abarca todos los grados de la educación básica, cada uno con su propia responsabilidad. Lamentablemente, entre nosotros se cree que los niños aprenden a leer en los primeros grados y que basta con eso. Esto es, sin duda, un craso error. La lectura entraña múltiples operaciones cuya ejecución no se aprende solo en los primeros grados. Se comienza, sí, con la comprensión literal, pero es preciso aprender mucho más: discriminar contenidos,  descubrir contenidos implícitos, procesar secuencias textuales diferentes, relacionar elementos del texto, inferir significados, resumir, sintetizar,  evaluar,  extrapolar, refutar, expandir, emplear técnicas auxiliares y mucho más. Solamente quien domina estas operaciones sabe leer. Por eso, en el fondo, el aprendizaje de la lectura, concebida de un modo integral, es responsabilidad de la educación básica. Mucho tiene que hacer la educación primaria, pero bastante  es lo que debe hacer todavía la educación secundaria1.
Mirando las cosas desde otro ángulo, es cierto que muchas personas son ávidas de lectura. Leen siempre, pero no lo hacen por hábito. Unas leen mucho porque disfrutan con la lectura de poemas, novelas, cuentos, ensayos, cuya belleza enciende su espíritu y expande sus horizontes; otras leen frecuentemente porque ansían profundizar su conocimiento y ampliar su comprensión de las cosas. Estas personas frecuentan los textos de historia, de filosofía, de tecnología, de campos diversos del saber, y lo hacen con gusto porque ven enriquecido su conocimiento. Y hay quienes transitan, felices, por ambos terrenos; mas no por hábito. Muchas llegan a este punto por esfuerzo personal; todas debieran llegar por acción de la escuela, que a fin de cuentas, tiene el compromiso de formar personas cultas. La escuela proporciona las bases del saber personal y despierta intereses mostrando panoramas del mundo, al mismo tiempo que educa la sensibilidad para el aprecio del bien, de la verdad, de la belleza. Al hacerlo, se convierte en el lugar donde la lectura toma impulso, y con ello cumple otras de sus tareas.
Pero al hablar de escuela conviene un deslinde terminológico. La escuela es, como decía  Encinas: “…un cuerpo colegiado donde estudiantes y maestros colaboran en una perfecta comunión de ideas y de propósitos2”. En ese sentido ha sido empleada la frase en este artículo. La enseñanza y desarrollo de la lectura compete al conjunto de docentes de cada institución, a toda la escuela; no solo a los profesores de los primeros grados o a los profesores del área de “Comunicación”. Cada uno en su campo, cada uno en su tiempo, todos deben hacerse responsables de la parte que les toca en esta tarea. Y no como una cruzada que se emprende en un momento de crisis como el actual, sino como el proceder inherente a la acción educativa.

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